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-->Victoria Donda y Fernanda Reyes, las “chicas” de la cámara de diputados
Desde su militancia en Libres del Sur y Franja Morada, Victoria Donda y Fernanda Reyes comparten la vocación de dar “una mirada joven a las políticas públicas”. Reunidas por Crítica de la Argentina, opinan sobre el machismo en el Congreso y aseguran que la condición femenina “no es garantía de hacer las cosas bien”.
Gabriela Vulcano
17.11.2008
No tan distintas. Donda y Reyes coinciden en que sienten que deben dar exámenes adicionales para discutir de igual a igual con el resto de los colegas de la Cámara de Diputados.
Las une algo más que ser las diputadas más jóvenes del Congreso. Victoria Donda (29), de Libres del Sur, y María Fernanda Reyes (30), de la Coalición Cívica, militan desde hace varios años. Aunque la elegida de Humberto Tumini dio sus primeros pasos en Barrios de Pie en Avellaneda y la niña mimada de Elisa Carrió comenzó en la Franja Morada en el Colegio Nacional de Buenos Aires, ambas coinciden en que el lugar que hoy ocupan en la Cámara de Diputados “no es un escalón en sus carreras políticas sino un espacio más de militancia”. Pese al contraste de sus personalidades y a algunas de sus ideas, las dos afirman que en los debates legislativos la juventud les juega en contra, tanto como su condición de mujeres. Sin embargo, desde veredas casi opuestas, confían en que “la política puede ser distinta”.–¿Cómo se lleva el hecho de ser joven y además mujer en un ámbito como la Cámara de Diputados?Reyes: –Algunas cosas cuestan más. Hay que dar un par de exámenes extra para que tomen en cuenta nuestras opiniones. Pero lo importante es asumir la responsabilidad y saber que uno está como representante del pueblo. En definitiva, es un plus interesante que seamos jóvenes. Tenemos la memoria de lo que ha pasado en la Argentina, pero también tenemos este plus de las cosas nuevas que se pueden empezar a hacer. Obviamente, ser joven no es garantía de nada. Donda: –A mí me resultó más difícil adaptarme. Eso tuvo que ver con el tema de la juventud, pero sobre todo con que la política es un reflejo de la sociedad machista en la que vivimos. Los diputados no se refieren a otros diputados como “el chico”. En cambio, cuando le preguntan a Basteiro por mí, le dicen: “¿Y la chica?”. Entonces, empezás a discutir desde un escalón más abajo. Sos la chica, no la diputada. Eso hace que tengas que formarte de un modo diferente y debas demostrar todo el tiempo que estás preparada para ocupar el lugar donde estás. Coincido con Fernanda, el hecho de que seamos jóvenes y mujeres no es una garantía de que las cosas las vamos hacer bien o desde una perspectiva diferente. Eso en realidad depende de cuáles son las ideas que tenemos y representamos acá adentro.–¿Alguna vez han sentido que sus opiniones fueron desvalorizadas por ser jóvenes?R: –Sí, a veces usan el latiguillo “como son jóvenes, hay cosas que no saben”. Me parece que en realidad tiene que ver con que no tienen los argumentos para rebatir las cuestiones que planteamos. D: –O utilizan ese latiguillo para darles más fortaleza a sus argumentos. Recuerdo que en la discusión por la resolución 125, un diputado del bloque de la UCR dijo por mí: “A esta diputada se ve que por la juventud le faltan leer algunos capítulos de los libros de historia”. Lo hacen para desmerecer tu propio argumento. –¿Qué les juega más en contra: ser jóvenes o mujeres? R: –¡Es una combinación explosiva! (Risas). D: –Ser mujer es lo que más pesa. A los diputados hombres jóvenes nunca les dicen "te falta leer libros de historia.R: –En la Cámara hay mucha exigencia con las mujeres. No se nos mide con la misma vara que al resto de los diputados varones. –¿Algún diputado las corrió de una discusión política y las desmereció como interlocutoras diciéndoles un piropo?D: –¡Totalmente!R: –A mí no. Tal vez, cuando pedís la palabra, te dicen: “Chiquita, ¿qué vas a decir ahora?”. Si bien sigue estando esta cuestión de discriminación por ser mujer, el 40% de la Cámara son mujeres, y hay mujeres con años de militancia en la cuestión de género y eso nos ayuda a pararnos en otro lugar.D: –A mí sí me pasó. Una diputada es alguien que se viste con traje sastre y camisita, y la verdad es que yo no me voy a disfrazar de algo que no soy (risas). Me voy a seguir vistiendo igual que antes porque soy la misma, sólo que con otras responsabilidades. Sigo usando polleras cortas porque nadie tiene que subestimar mis ideas por el largo de la pollera que uso. Una vez, un dirigente me dijo: “Sos muy linda, lástima que siempre estás enojada”. Y le respondí: “La verdad que con vos no me da para estar alegre”. –¿Qué cosas nuevas sienten que le han aportado a la política?R: –Yo cambié el orden del despacho: en la oficina más chica estoy yo y en la más grande, los chicos. Ellos son cuatro y no pueden estar trabajando en un espacio tan chiquitito. Pero eso no lo hice por ser joven, sino que está vinculado con el modo de concebir la política. D: –Pienso lo mismo, no le aportamos algo nuevo al Congreso por ser jóvenes. En mi caso, entrar al Congreso que, salvo en honrosas excepciones, discutió a espaldas de la gente, era un tema. Pero decidimos hacer otra cosa y empezamos a armar los congresos a puertas abiertas. Eso tiene que ver con el espacio que representamos, ya que en el Congreso los diputados y diputadas representamos intereses absolutamente diferentes. –Más allá de los intereses que representa cada una, ¿suelen trabajar los temas referidos a la juventud?D: –Un tema que estamos discutiendo ahora es el de la baja de imputabilidad de los menores. También tenemos proyectos sobre el aborto y estamos preparando proyectos para empezar a discutir la necesidad de despenalizar el consumo de drogas.R: –A veces se cree que como jóvenes deberíamos encargarnos de temas de la juventud. En realidad, la juventud corre transversalmente todos los temas. Lo que hacemos es darles una mirada joven a las políticas públicas. –Ustedes son parte de una generación descreída de la política, ¿eso se está revirtiendo?R: –La 125 generó una participación bastante fuerte. Los jóvenes empezaron a ver que se podía participar desde otro lugar y de otra manera. D: –Hay una mayor participación de los jóvenes menores de 25 años. Fui testigo en el secundario de la derrota que significó para el movimiento universitario argentino la sanción de la Ley de Educación Superior en 1995. Hoy, el movimiento secundario es testigo de un triunfo cuando el gobierno de Macri le saca las becas y los jóvenes las recuperan.
17.11.2008
No tan distintas. Donda y Reyes coinciden en que sienten que deben dar exámenes adicionales para discutir de igual a igual con el resto de los colegas de la Cámara de Diputados.
Las une algo más que ser las diputadas más jóvenes del Congreso. Victoria Donda (29), de Libres del Sur, y María Fernanda Reyes (30), de la Coalición Cívica, militan desde hace varios años. Aunque la elegida de Humberto Tumini dio sus primeros pasos en Barrios de Pie en Avellaneda y la niña mimada de Elisa Carrió comenzó en la Franja Morada en el Colegio Nacional de Buenos Aires, ambas coinciden en que el lugar que hoy ocupan en la Cámara de Diputados “no es un escalón en sus carreras políticas sino un espacio más de militancia”. Pese al contraste de sus personalidades y a algunas de sus ideas, las dos afirman que en los debates legislativos la juventud les juega en contra, tanto como su condición de mujeres. Sin embargo, desde veredas casi opuestas, confían en que “la política puede ser distinta”.–¿Cómo se lleva el hecho de ser joven y además mujer en un ámbito como la Cámara de Diputados?Reyes: –Algunas cosas cuestan más. Hay que dar un par de exámenes extra para que tomen en cuenta nuestras opiniones. Pero lo importante es asumir la responsabilidad y saber que uno está como representante del pueblo. En definitiva, es un plus interesante que seamos jóvenes. Tenemos la memoria de lo que ha pasado en la Argentina, pero también tenemos este plus de las cosas nuevas que se pueden empezar a hacer. Obviamente, ser joven no es garantía de nada. Donda: –A mí me resultó más difícil adaptarme. Eso tuvo que ver con el tema de la juventud, pero sobre todo con que la política es un reflejo de la sociedad machista en la que vivimos. Los diputados no se refieren a otros diputados como “el chico”. En cambio, cuando le preguntan a Basteiro por mí, le dicen: “¿Y la chica?”. Entonces, empezás a discutir desde un escalón más abajo. Sos la chica, no la diputada. Eso hace que tengas que formarte de un modo diferente y debas demostrar todo el tiempo que estás preparada para ocupar el lugar donde estás. Coincido con Fernanda, el hecho de que seamos jóvenes y mujeres no es una garantía de que las cosas las vamos hacer bien o desde una perspectiva diferente. Eso en realidad depende de cuáles son las ideas que tenemos y representamos acá adentro.–¿Alguna vez han sentido que sus opiniones fueron desvalorizadas por ser jóvenes?R: –Sí, a veces usan el latiguillo “como son jóvenes, hay cosas que no saben”. Me parece que en realidad tiene que ver con que no tienen los argumentos para rebatir las cuestiones que planteamos. D: –O utilizan ese latiguillo para darles más fortaleza a sus argumentos. Recuerdo que en la discusión por la resolución 125, un diputado del bloque de la UCR dijo por mí: “A esta diputada se ve que por la juventud le faltan leer algunos capítulos de los libros de historia”. Lo hacen para desmerecer tu propio argumento. –¿Qué les juega más en contra: ser jóvenes o mujeres? R: –¡Es una combinación explosiva! (Risas). D: –Ser mujer es lo que más pesa. A los diputados hombres jóvenes nunca les dicen "te falta leer libros de historia.R: –En la Cámara hay mucha exigencia con las mujeres. No se nos mide con la misma vara que al resto de los diputados varones. –¿Algún diputado las corrió de una discusión política y las desmereció como interlocutoras diciéndoles un piropo?D: –¡Totalmente!R: –A mí no. Tal vez, cuando pedís la palabra, te dicen: “Chiquita, ¿qué vas a decir ahora?”. Si bien sigue estando esta cuestión de discriminación por ser mujer, el 40% de la Cámara son mujeres, y hay mujeres con años de militancia en la cuestión de género y eso nos ayuda a pararnos en otro lugar.D: –A mí sí me pasó. Una diputada es alguien que se viste con traje sastre y camisita, y la verdad es que yo no me voy a disfrazar de algo que no soy (risas). Me voy a seguir vistiendo igual que antes porque soy la misma, sólo que con otras responsabilidades. Sigo usando polleras cortas porque nadie tiene que subestimar mis ideas por el largo de la pollera que uso. Una vez, un dirigente me dijo: “Sos muy linda, lástima que siempre estás enojada”. Y le respondí: “La verdad que con vos no me da para estar alegre”. –¿Qué cosas nuevas sienten que le han aportado a la política?R: –Yo cambié el orden del despacho: en la oficina más chica estoy yo y en la más grande, los chicos. Ellos son cuatro y no pueden estar trabajando en un espacio tan chiquitito. Pero eso no lo hice por ser joven, sino que está vinculado con el modo de concebir la política. D: –Pienso lo mismo, no le aportamos algo nuevo al Congreso por ser jóvenes. En mi caso, entrar al Congreso que, salvo en honrosas excepciones, discutió a espaldas de la gente, era un tema. Pero decidimos hacer otra cosa y empezamos a armar los congresos a puertas abiertas. Eso tiene que ver con el espacio que representamos, ya que en el Congreso los diputados y diputadas representamos intereses absolutamente diferentes. –Más allá de los intereses que representa cada una, ¿suelen trabajar los temas referidos a la juventud?D: –Un tema que estamos discutiendo ahora es el de la baja de imputabilidad de los menores. También tenemos proyectos sobre el aborto y estamos preparando proyectos para empezar a discutir la necesidad de despenalizar el consumo de drogas.R: –A veces se cree que como jóvenes deberíamos encargarnos de temas de la juventud. En realidad, la juventud corre transversalmente todos los temas. Lo que hacemos es darles una mirada joven a las políticas públicas. –Ustedes son parte de una generación descreída de la política, ¿eso se está revirtiendo?R: –La 125 generó una participación bastante fuerte. Los jóvenes empezaron a ver que se podía participar desde otro lugar y de otra manera. D: –Hay una mayor participación de los jóvenes menores de 25 años. Fui testigo en el secundario de la derrota que significó para el movimiento universitario argentino la sanción de la Ley de Educación Superior en 1995. Hoy, el movimiento secundario es testigo de un triunfo cuando el gobierno de Macri le saca las becas y los jóvenes las recuperan.
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